Javier Santo: el arte de danzar por el chalchihuatl
Por: Nati Rigonni
Tetlanohcan, Tlaxcala. Danzando se inició y se concluyó el Tercer Encuentro de Juventud Indígena, Matlalcueyetl 2010. En la apertura, la danza fue ritual, estuvo a cargo de un grupo de concheros –proveniente de Xalapa, Veracruz- y del danzante Javier Santo, de Tepatepec, Hidalgo. En el caso del cierre se bailó al ritmo del grupo queretano Leones Negros.
Al iniciar el día, la montaña olía a copal, vibró el huehuetl y el teponaztli, los caracoles invocaron a la reunión, se formó un gran círculo alrededor de los concheros. La danza se ofrendó para pedir permiso –antes de iniciar oficialmente las actividades del encuentro- y para agradecer la energía vital. Hombres, mujeres y niños del grupo participaron y posteriormente hicieron participar a todos aquellos que, primeramente, éramos sólo espectadores.
Luego de danzar en comunión vendría el turno de ser nuevamente observadores, en este caso, afortunados observadores: había llegado el turno de presenciar “la Danza del Venado”, que interpretaría Javier Santo Pérez Jiménez.
Javier Santo es Licenciado en Danza por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, fue Becario del FOECAH en la categoría Intérpretes, en el periodo 2007-2008. Premiado en CIAD 2007: Veracruz, Puebla, Argentina y Chile. Se ha desarrollado como creador escénico, intérprete y maestro; y es investigador de las danzas ceremoniales de pueblos indígenas.
Quizás los habitantes de la ciudad de Xalapa recuerden sus danzas aéreas –inspiradas en los voladores de Papantla-, o su danza sobre zancos inspirada en la de los Quetzales; tal vez los xalapeños guarden en la memoria sus arriesgadas improvisaciones en espacios públicos: calles, plazas, puentes…
Entre los tantos videos que circulan en Internet, hay evidencias de su trabajo de improvisación en danza contemporánea, uno de esos trabajos fue grabado en el parque Juárez de la capital veracruzana. En el video, dos bailarines se entregan a su diálogo dancístico, al ras del suelo; también se ven autos particulares, camiones, taxis y más taxis; gente que va rápidamente, que cruza la calle y apenas si mira la entrega, el juego, el diálogo corporal. Casi al final, el bailarín da un sorprendente giro en el aire, una mujer pasa a su lado, ve de reojo, en el momento justo de la acrobacia se voltea por completo y no se entera de la ejecución.
La mariposa y el venado
La Malitzin olía a ocote, a tierra húmeda. Mientras Javier Santo interpretaba al venado en la danza ritual de apertura, una mariposa merodeaba entre sus astas. El danzante no era el hombre, era el venado. Y el venado andaba con sigilo sobre la hierba, buscando pájaros de pecho amarillo entre las ramas de los árboles, bajó luego la testa al ras del suelo para beber agua; saciada la sed, el venado volvió a elevar la cabeza, respiraba al ritmo suave del viento… fue cuando la mariposa se acercó a él, reposó en su cornamenta y dejó que el sol entibiara por unos instantes sus alas. Estábamos presenciando poesía pura.
En entrevista, Javier Santo dijo: “Eso que comentas de la mariposa, me lo dijeron también otras personas. Cuando entro en el personaje del venado veo muchas cosas. En la danza, al igual que en el montaje ‘Matlalcueyetl’, hubo circunstancias que van más allá de lo que comúnmente el hombre pueda percibir.”
Con la mejor disposición nos explica el significado de la danza del venado, nos cuenta que la aprendió con los yaquis, en Hermosillo, Sonora: “tiene un significado inmenso. Me quedo corto con respecto a la información, pero tengo lo básico para explicarlo, voy de pies a cabeza: los tenabaris –que se hacen con capullos de mariposa, secos-, simulan el pisar del venado sobre la hojarasca, eso es lo que se refleja cuando suena.”
Con respecto al atuendo, explicó que no hay un color definido para el pantalón: “Se danza con el que se trae.” Luego agregó: “La parte del rebozo significa la piel del vendo, que es pinta, el rebozo es negro con puntos blancos; antes se usaba piel de venado. La parte del cinturón tiene que ver con la rapidez del venado, con sus movimientos y su sensibilidad.”
En una muñeca se lleva un pañuelo bordado con florecitas, y hay una leyenda en torno a ello que Javier Santo nos compartió: “Se dice que había un abuelo que estaba danzando y llevaba un paliacate en la muñeca, al término de la danza le preguntaron por qué lo llevaba y él respondió que porque le dolía de tanto danzar.” Y ese símbolo se ha quedado como parte de la vestimenta y como un recuerdo de la entrega de ese danzante.
Las sonajas reflejan las pezuñas del venado. “Los venados son muy nerviosos, por las pezuñas respiran el miedo; con una mano se marca un ritmo, se va a tiempo, y en la otra el movimiento es circular, depende del danzante, hay algunos que llevan las dos muñecas circulares; según algunas interpretaciones una es la hembra y el otro es el macho: refleja la dualidad.”
Sobre los collares que usa, explicó que son regalos que le han hecho otros danzantes, algunos son huicholes, otros son seris, otros son yaquis –ellos ocupan el “ojo de venado”, acotó-. Luego habló sobre el paño con el que se cubre los ojos: “Es para no ver con estos ojos. Solamente tengo derecho a ver donde piso, no veo más, mi cuerpo está entregado al espíritu del venado.”
“Lo del listón rojo me lo compartió un capitán del Coloso –el Coloso es uno de los nueve pueblos yaquis, aunque en este momento sólo haya registrados ocho, porque el Sarmiento no está en la geografía oficial-; me dijo el capitán que el listón rojo simboliza la sangre de Cristo. Hay muchos símbolos: se prende fuego, se pide permiso a los cuatro vientos.”
De las canciones explicó que cada una habla de un momento distinto en la vida del venado. Por ejemplo “Canario de pecho amarillo” refleja cómo el venado observa la naturaleza; otra habla de como las patas del venado rozan ligeramente la hierba. “Cuando hay esta conexión soy hombre y soy venado, hay un punto de equilibrio, veo a mi venada y a lo lejos veo al cazador, sé que me quiere comer y no dudo para voltear, estoy muy nervioso, muy atento…”
“La danza para mí es algo sagrado, más que un hecho escénico, en este caso es algo que inicia y termina en cierto momento, pero no siempre las dos cosas están en sincronía. En esta ocasión la danza para los demás terminó, pero el ritual para mí no había terminado. Di las gracias por los aplausos, por respeto, porque sabía que tenía que levantarme y corresponder al público, pero no estaba listo todavía. Por eso me regresé al espacio de la ofrenda. Mi compañera lo notó y me echó la mano. Hay cosas que lleva un tiempo cerrar adentro…”
El maguey: mi cuna, mi vestido, mi alimento
Dentro del programa del Tercer Encuentro Internacional de Juventud Indígena, Javier Santo ofrendó también “La danza del borracho” como tributo a la Mayahuel (divinidad mexica de la embriaguez, diosa del mundo vegetal –y por tanto diosa de la fertilidad-, hermanada con Tonanzin, Chicuacóatl, Tlazolteotl, Chicomecóatl y Llamahtecuhtli).
El fruto es la forma en que se comunica la tierra con el hombre y a través de la palabra es que ella lo entiende. Quizás por eso, al principio, el danzante recitó (en nahuatl) unos versos de la poeta chiapaneca Mirtha Luz Pérez Robledo: “El maguey es mi cuna, mi vestido mi alimento, es el techo de mi casa y la luz de mis ojos.” El danzante se comunica con el universo a través de la poesía del movimiento.
Javier Santo explicó: “La danza del borracho expresa los movimientos de la embriaguez; me baso en una mitología que tiene que ver con la diosa de las cuatrocientas tetas. Hago los cuatrocientos movimientos del borracho, pues hay 400 tipos de embriaguez emocionales: la alegría, por ejemplo, pero sin ir más allá, en el punto exacto de equilibrio en el cual estás consciente de que estás alegre. Y si es el enojo, igual, porque si estás muy enojado no mides consecuencias, es lo que tiene que ser, ni menos ni más. Y hay otros 398.”
Respecto a su trabajo como investigador comentó: “Lo que hago es asistir a las distintas comunidades de las etnias ceremoniales. La “Danza del borracho” tiene su origen en Tepatepec, Hidalgo. Tepatepec quiere decir cerro de arcilla, ese es el motivo del maquillaje y el vestuario. Lo que simboliza es que la tierra tiene sed del hombre, y al mismo tiempo de la tierra surge este personaje que es moldeado conforme al espíritu de nuestros antepasados.”
En algunos momentos el personaje que representa Javier Santo, es jocoso, dicharachero corporalmente hablando, es un personaje que apuesta. En la danza se recuperan “juegos” antiguos que eran típicos en las pulquerías, por ejemplo atinar con una moneda a un orificio tallado en un ladrillo. Juegos que en algunas comunidades todavía están vigentes.
El danzante nos compartió sus raíces, sus orígenes, las vivencias que lo han marcado, entre ellas esta: “Mi abuela paterna tenía una pulcata –ahora tiene un lugar donde se vende comida tradicional mexicana-, yo crecí viendo a mi papá ebrio; no es algo que me motive, pero es una imagen viva del lugar donde crecí, es parte de mi esencia; crecí también escuchando distintas lenguas.”
Durante el transcurso de la danza aparecen diferentes esquemas del borracho: el bohemio, el mujeriego, el serio… Sobre esto, aclaró: “Pero todos estos personajes van de la mano, provienen de un mismo lugar.”
“En el caso de la danza que se ofreció en el encuentro, es nuevamente una solicitud de permiso a la Matlalcueyetl, pero al mismo tiempo fue para pedirle perdón porque no vemos, porque no escuchamos. Tú te diste cuenta, sucedió en algo muy pequeño y muy evidente: hay un círculo marcado, un espacio sagrado, existe una ofrenda… y yo mencioné que hay que entrar por la puerta, lo dije bien fuerte, pero no se escucha, hay gente que transgrede. Por eso hice esta ofrenda para la Matlalcueyetl –junto con la Mayahuel-, una danza en la que solamente soy un vaso conductor de la energía.”
La Matlalcueyetl y el guerrero
Con respecto a su participación dentro del montaje Matlalcueyetl donde interpreta un campesino que se ve inmerso en el conflicto de amar a su mujer –con la que precisa quedarse, pues han perdido a su hija-, amar a su tierra –que conoce sus manos, pues de ella ha cosechado los frutos- y la necesidad de emigrar para lograr una estabilidad económica. Dentro de la cosmovisión nahua, el conflicto escénico del migrante indígena.
Sobre esta obra de teatro, Javier Santo dijo: “Participar en este montaje me hizo cambiar, fue como un golpe a la cabeza, cada momento, cada palabra a mí me hacía temblar, cada que tocaba la tierra pensaba: Sí, yo siembro el maíz, la Matlalcueyetl me conoce y yo la conozco ¿qué voy a hacer a otro lado? Aquí está mi mujer, aquí está la fogata, aquí está enterrado mi ombligo, hay una veladora esperando que yo la encienda. Los personajes están en cada esquina y yo tengo la posibilidad de verlos; hay muchas señales que me dicen quédate, no te apartes.”
Al preguntarle qué le gustaría lograr en la gente que vea el montaje, en la gente que vea su danza ¿lograr qué a través de la danza? Javier respondió: “El chalchihuatl, el líquido precioso, la ofrenda de los dioses, la sangre indígena, la sangre que llama; que retomemos la sabiduría de nuestros antepasados, nuestra esencia, eso que puede darnos una luz en el alma.”
En la cultura azteca el chalchihuatl es el “fluido de la vida", la sangre humana que enriquecida con los contenidos de las plantas sagradas azules y verdes (agaves, frambuesas azules, titonias y berenjenas), se ofrecían a los dioses en sus ceremonias.
Javier acotó: “Como en la obra, en la vida diaria hay mensajes de la naturaleza, pero no hemos querido escuchar, detalles en apariencia muy insignificantes que nos guían: por ahí sí, por ahí no; pero somos necios y queremos siempre pruebas mayores. Todo esto me deja pensando en lo que debo hacer en los siguientes trabajos… Me deja pensando en las enseñanzas de los ancianos, aquello que ellos llaman ‘el trabajo del guerrero para mañana’.”
Al finalizar la entrevista, Javier Santo quiso dar un mensaje: “El espacio en el que estamos ahora es maravilloso, pero a donde quiera que vayamos es necesario saber que debemos respetar, hay que saber pedir permiso, hay que entrar y salir por la puerta adecuada, no transgredir. Respetarnos y respetar a los demás. Todavía hay que trabajar más en eso.”
“Este encuentro y otros espacios más son propicios para trabajar en el desarrollo de la conciencia. Aquí hay gente ignorante y gente de conocimiento. Lo observo y lo entiendo, en algún momento yo también fui torpe; uno va aprendiendo y luego uno tiene que ir ayudando a los otros a través de lo que uno hace. En este caso, a través del arte va uno ayudando a los hermanos, porque finalmente eso somos, hermanos en el chalchihuatl, hermanos de sangre.”
estoy orgullosa de ser de hidalgo
ResponderEliminarde ser de tepeatepec
y de que esta persona sea mi hermano
es un gran esfuerzo
un gran trabajo
y una satisfacion enorme
q el ha ofrecido
a lo q ama
"bailar y sus raices"