viernes, 5 de noviembre de 2010

Tres obras de teatro vivo

Tres obras de teatro vivo
* En el marco del Tercer Encuentro Internacional de Juventud Indígena, Matlalcueyetl 2010
* En los montajes participaron jóvenes de diversos estados de la República Mexicana
Por Nati Rigonni
Tetlanohcan, Tlaxcala. 5 de noviembre. El arte es una herramienta para el desarrollo de la consciencia. El arte que genera cambios sustantivos en las comunidades de donde surge y a las que regresa. El arte como un espejo vivo que refleja la complejidad humana, un cúmulo de experiencias contrastantes y culturas diversas.
Es el arte una de las tres banderas que se enarbolaron durante el Tercer Encuentro Internacional de Juventud Indígena, Matlalcueyetl 2010 –que se llevó a cabo del 28 al 30 de octubre, en las faldas de la montaña-, y en el que se presentaron cinco montajes escénicos originales, cada uno de los cuales refleja los críticos problemas que se viven en el contexto que los origina. En esta ocasión hablaré de tres de esas propuestas:
“Matlalcueyetl”, presentada por la Compañía Intercultural de Artes Escénicas (CIARTES), la cual está integrada por jóvenes de Puebla, Tlaxcala, Oaxaca y Veracruz; “Palagustin Dieguillo, un masehual cuetzalteco”, presentado por jóvenes indígenas de Cuetzalan, Puebla; “El brujo de la montaña”, presentado por adolescentes de la comunidad El Conejo, Veracruz.
Matlalcueyetl, un lugar sagrado que habla a través de sus hijos
La obra de teatro “Matlalcueyetl” aborda el conflicto del migrante indígena que por presiones económicas debe abandonar el cultivo del maíz para ir en busca del sueño americano; un hecho dramático actual enmarcado en la cosmovisión nahua. Entre los personajes encontramos a: Xocoyocoalt, Mitlantecutli, Kiajtlas, Cohuitl, Xochiquetzal, Mayahuel, Tezcatlipoca y Tlapajtli.
El personaje central de este conflicto es el héroe tlaxcalteca Tlahuicole, que en el tiempo actual es, además de campesino, albañil, quien pierde a su hija justo en el momento en que tiene que irse a Estados Unidos; ya le dio todo el dinero al “coyote” y si no se va, también perderá esa ‘inversión’. Tlahuicole es también el último varón de su pueblo.
La historia oficial dice que Tlahuicole fue un guerrero tlaxcalteca nacido en 1497, que se distinguió por su valor y gran fuerza durante las guerras floridas o Xochiyaoyotl; su nombre significa "El de la divisa de barro".  Por ser de familia noble estudió en un Calmecac (lugar al que asistían los jóvenes nobles a prepararse para ser militares, jefes civiles o sacerdotes). En una de las muchas batallas de la guerra florida, fue hecho prisionero. Moctezuma, impresionado por su valor, le devolvió la libertad, pero Tlahuicole no la aceptó. El valiente guerrero pidió morir en combate.
Alberto Lara, director de la CIARTES, comenta que desde un principio se tenía claro hacer una obra de nombre Matlalcueyetl, que tratara sobre la montaña, dijo que había recibido mucha información por parte de uno de los académicos del Colegio de Tlaxcala A. C. “pero la información es sólo información, era  necesario localizar un suceso dramatizable y hubo varias cosas que marcaron la ruta de este montaje.”
“Una, me impacto la noticia de que hay pueblos enteros en las faldas de la Matlalcueyetl, que se dedican a la industria de la trata de personas para prostituirlas, para quitarles los órganos… en fin. Atroz.” Explica.
“Otra, me gustó la leyenda histórica del Tlahuicole. Hay personas que empiezan a decir que la leyenda de Xicotencatl no es tal como se ha dicho. Sin embargo la historia del Tlahuicole nos movió. Creo que es un héroe al que se le ha hecho poca justicia. Y la otra fue una vivencia muy fuerte que tuvimos durante la novena estancia, en la que si no sabíamos lo que es el espíritu de la montaña, a partir de ahí nos dimos cuenta.”
Según explican sus creadores, la historia de la Matlalcueyetl es tan grande y tan compleja que no podía reflejarse en un personaje. Es por ello que decidieron mostrar todo lo que viven sus pobladores en su contexto, mostrar su grandeza a través de sus hijos y circunstancias, a través de sus leyendas y deidades.
“Secularizamos la historia, porque finalmente el teatro lo que busca es que el público se identifique y que esté en la misma vibración. Queremos que el público conozca a los herederos vivos de la Historia.” Acota Alberto Lara.
“Otro aspecto que influyó fue un artículo que leí sobre Tlacaeletl, quien fue un secretario de Estado de los últimos tres reinos aztecas; él reinventó la historia, mandó a quemar los códices donde el imperio azteca no era protagonista, impuso una religión sangrienta. Todo eso me hace pensar que todo lo que conocemos viene trastocado, primero por el mismo Tlacaeletl, luego por los invasores. Lo que nos queda es lo que sobrevive en el corazón de la cultura viva.”
Respecto a los referentes de la obra, Alberto Lara dijo “Tuvimos mucha información y cada uno de los actores fue diciendo con quien se identificaba: mi personaje tiene rasgos del Tlacatecolotl, tiene rasgos del Nahual y está inspirado en Tezcatlipoca. O bien, mi personaje está basado en la Mayahuel pero además… y enumeraba las características.”
Sobre la construcción del personaje principal dijo: “Con Javier Santo trabajamos sobre el conflicto del héroe actual, el migrante que se va para lograr una estabilidad económica para sustentar a su familia pero al mismo tiempo, en su ausencia, pierde a esa familia.”
En “Matlalcueyetl”, Tlahuicole entra en el sueño, y en ese estado de la consciencia se va encontrando espíritus que ponen a prueba su temple: se encuentra personajes que lo cuestionan, personajes que lo quieren desviar del camino. Al final el héroe sueña su propia muerte. El mensaje es esperanzador: muere para renacer.
Alberto Lara dijo también que al hacer una revisión se dieron cuenta que en toda Mesoamérica aparecen los mismos referentes con distintos enfoques: nahuas, otomíes, zapotecas, ñañues... “La música del idioma es lo que se ofrenda a la Matlalcueyetl, y es esa música al mismo tiempo lo que entra en el corazón del espectador, reconfigura cosas y nos hace cobrar consciencia.”
La CIARTES está integrada por jóvenes de comunidades indígenas y rurales de los Estados de Veracruz (Tehuipango, Zongolica, Espinal, El Conejo, Coyopolan), Puebla (Huehuetla y Cuetzalan), Tlaxcala (Tetlanohcan) y Oaxaca; estos jóvenes han sido seleccionados en las ocho estancias que Laboratorio Escénico A C, ha realizado previamente en dichos lugares.
Respecto al proceso creativo que se dio en el marco de la novena estancia, Alberto Lara comentó: “Fue divertido, bonito. Los chavos se sumaron, se dieron, como siempre; como dijera Oceransky: este es un grupo de piratas que hace lo que sea, donde sea y de la manera que sea.” La obra fue estrenada teniendo como escenario la propia montaña, donde nos cayó una helada, pero los actores estaban en su centro, sin perder ni una línea de sus poéticos diálogos.
Además de las extraordinarias y estoicas actuaciones de los jóvenes miembros de la CIARTES, cabe destacar también la participación de un equipo de profesionales de talla internacional en la realización del montaje: Eloisa Diez, en la ambientación sonora; Emmanuel Cruz en el bodypaint; Águeda León, en el diseño de vestuario; Javier Santo como Tlahuicole y la participación del contratenor Javier Ignacio Fragoso, de Ars Cantate.


Palagustin Dieguillo, un masehual cuetzalteco
Realizada por más de treinta jóvenes de la Sierra Norte de Puebla, y con el apoyo de sus maestros, el montaje teatral “Palagustin Dieguillo, un masehual cuetzalteco”, fue presentado también en el Tercer Encuentro Internacional de Juventud Indígena, Matlalcueyetl 2010.
La obra teatral se centra en la vida de Francisco Agustín Dieguillo, en Cuetzalan, Puebla; hace una reconstrucción escénica del nacimiento y vida del héroe libertario así como de su participación en la defensa de la autonomía de los pueblos indígenas. A lo largo de aproximadamente 40 minutos, la obra, hablada en náhuatl y español, aborda también la discriminación y los abusos que padecieron los indígenas de la zona por parte de los coyomej (mestizos).
Con música en vivo –interpretada también por jóvenes-, la obra pone de manifiesto los esfuerzos del héroe para cambiar la situación de su pueblo. La historia es conducida por un grupo de estudiantes de la época actual que investigan la vida del personaje. En un juego de flashback escénico, otros actores interpretan la época en que vivió Palagustin.
En la obra se recupera la lengua originaria y las tradiciones, se muestran abiertamente las inquietudes de los bachilleres cuetzaltecos: machismo, alcoholismo, desigualdad, injusticia; se toca el tema de los matrimonios y embarazos no deseados. Sus diálogos están vivos. Considero trascendental que estos jóvenes hayan participado activamente en la creación del guión, que sean ellos mismos quienes expongan sus problemas y los expresen a través de hechos escénicos que toquen al público.
El proceso resultó muy enriquecedor para todos, los jóvenes contaron no sólo con el apoyo de sus maestros y directores, si no de personajes importantes de la vida cultural de su región, tal es el caso del pintor y cronista gráfico Gregorio Méndez Nava, y del cronista municipal de Cuetzalan, Jaime Mora Castillo.

Para la elaboración del guión también consultaron diversas publicaciones, entre ellas la investigación del Dr. Guy P.C. Thomson, “Francisco Agustín Dieguillo, un liberal cuetzalteco”; y “Les oíamos contar a nuestros abuelos”, publicación del Taller de Tradición Oral de la Sociedad Agropecuaria del CEPEC.

El brujo de la montaña, una disertación sobre los caminos

En el último día de actividades del Tercer Encuentro Internacional de Juventud Indígena, Matlalcueyetl 2010, se presentó el montaje escénico “El brujo de la montaña”, obra creada por un grupo de actores adolescentes de la comunidad El Conejo, Veracruz, bajo la dirección de Betania Benítez y Eloisa Diez.
Se trata de una obra que plantea el conflicto que viven los chicos, a la hora de decidir qué camino seguir en la vida, en medio de un contexto de mitos y leyendas propios de la zona de donde son nativos los actores. Tradicionalmente en sus comunidades, la vida les ofrece tres caminos: casarse, trabajar en el campo o migrar a la ciudad –en otros casos emigrar a los Estados Unidos-; pero estos jóvenes no quieren seguir esos caminos.
La obra no ofrece una respuesta, ofrece la posibilidad de plantear al público las preguntas que ellos se hacen a sí mismos, y abre una oportunidad de diálogo, de retroalimentación, en la que queda de manifiesto que no hay una sola respuesta.
En entrevista Eloisa Diez, habló del proceso creativo con estos talentosos actores. “Se empezó a trabajar con la comunidad El Conejo, Veracruz, en el año 2005, después de que se concluyó la radionovela en la comunidad Coyopolan, la cual tuvo tan buenos resultados que se decidió ampliar el proyecto y trabajar con dos comunidades más: El Conejo y Molino de San Roque. Abrimos un taller de teatro para niños. En este proyecto participaron Julián Laredo y Betania Benítez.”
“Como resultado del taller se formó un grupo y surgió la obra ‘El brujo de la montaña’, de la cual se dieron pocas funciones porque hubo pocas oportunidades de mover a los niños. Y como pasó mucho tiempo y los niños habían cambiado, habían crecido, se decidió modificar la obra.” Explica Eloisa Diez.
“Para iniciar el nuevo proceso, se hace una estancia artística en Xalapa, donde participaron los jovencitos de Coyopolan y El Conejo, donde muchos profesionales les dieron talleres, en un afán de fortalecer lo que ya habíamos trabajado con ellos: música, teatro, danza, ejercicios de impro… Un mes después cuando regresamos a la comunidad, nos dimos cuenta que muchas cosas estaban cambiando, algunos chicos habían decidido irse.”
“Fue entonces cuando se incorpora al trabajo Alberto Lara. Abrimos la posibilidad de que nuevos elementos se incorporaran. Con Alberto se empezó a trabajar todas las cuestiones de intimidad: sus preocupaciones, sus sueños, qué quieren, qué les choca, qué les gusta… Fue un proceso de más o menos dos meses en los que se fue tomando registro de todo. Y esos sueños, esas inquietudes son la base de la historia.” Puntualizó.
“Decidimos en conjunto que se trabajaría con máscaras, con telas; dijimos que sí se trabajaría con leyendas de la comunidad pero ya no sería una historia con un lenguaje de niños, sino una historia con un lenguaje más teatral, más visual, más completo, queríamos que se lograra lo que les dijiste al final de la función, que dieran un ‘salto’ como actores.”
Los jóvenes manejan muy bien la energía en escena, logran un vínculo inmediato con el público. “Son textos orgánicos –explicó Eloisa-, es por ello que la historia es tan fluida como viste. Ellos no quieren seguir únicamente los caminos que la comunidad tradicionalmente les ofrece. Ellos lo dicen ‘aunque te vayas a la ciudad a estudiar la prepa, terminas sirviendo a un centro comercial’. No hay un camino, no hay conclusiones.”
Con respecto al manejo del grupo, La actriz Betania Benítez, responsable del la dirección, comentó en entrevista que “el proceso ha tenido varias etapas, a un principio tenían que acompañarnos los papás, después nos hemos ido ganando su confianza, pero lo que vino a ayudar de forma definitiva, es la presencia de Gerónimo, él es un adulto joven de espíritu, tú lo has visto. Él empezó a acompañarnos como adulto responsable para cuidar de ellos, porque los padres confían en él. Cuando abrimos la posibilidad de que entraran más integrantes al grupo él dijo ‘yo quiero actuar’, ahora ya no sólo viene acompañando a los chicos sino que participa en escena.”
La compañía cuenta con todo el apoyo del departamento de vinculación de la Universidad Veracruzana. La presencia del director Alberto Lara en este montaje también ha sido contundente, pues se logró que se manifestara la voz real de los actores, pues son textos que nacen de sus inquietudes, de sus circunstancias y sus problemas. “Sí hay una estructura dramática, pero los textos han surgido de ellos, por eso los diálogos son tan naturales. Es un teatro que nosotros le llamamos teatro vivo”, acotó Betania Benítez.
Desde la perspectiva de la actriz, otro de los aspectos relevantes fue el que los jóvenes actores hayan tomado el taller “Teatro del oprimido” (que se ofreció dentro del mismo Encuentro Internacional de Juventud Indígena), con Iván Zepeda. “Los ejercicios que él les ponía los captaron de inmediato, se sintieron libres, y en esta ocasión particular se sintieron mucho más motivados porque en el campamento hicieron amigos, entonces cuando presentaron la obra, les resultó fácil entablar un diálogo con el público.”
Betania añadió: “Esta es otra técnica que se llama teatro-foro, que estamos mezclando con todo lo demás que hemos trabajado. Es muy difícil la situación por la que atraviesan en sus comunidades y el diálogo con el público les ayuda mucho. La pregunta está en el aire ¿qué les podemos aconsejar a nuestros jóvenes, qué caminos pueden seguir? Nosotros estamos muy satisfechos con los resultados obtenidos hasta ahora y vamos a seguirla presentando con este mismo formato.” Finalizó.

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